En una reunión familiar en Cúcuta un primo sacó el celular y empezó a mostrar plinko. Al principio no le presté atención, pero después todos estábamos mirando cómo le iba. Me animé a jugar ahí mismo y tuve una suerte inesperada. La bolita cayó justo en el valor más alto. Desde entonces lo juego de vez en cuando, especialmente cuando tengo unos minutos libres.